Tómate esos días de vacaciones que tanto te mereces o aprovecha el fin de semana para hacer un viaje a una de las ciudades más bellas de Europa: Viena.
Nada más llegar a la capital austriaca, lo primero que impresiona al visitante es la esmerada arquitectura. No en vano, la dinastía de los Habsburgo, cuyo reinado se extendió a lo largo de 650 años, se ha impuesto a lo largo de la historia como uno de los mayores exponentes de la arquitectura mundial.
Así, de visita ineludible es el Palacio Imperial (edificio que hasta 1918 albergaba la residencia real de invierno), que acoge en un mismo espacio, la Librería Nacional, los apartamentos Schweizerhof, el Tesoro Imperial y la colección Albertina.
De las piezas que alberga este magnífico palacio destacan la espada de Carlomagno (sin duda la joya más preciada del Tesoro Imperial), así como la magnífica colección de dibujos y grabados, que datan del período comprendido entre la Edad Media y el Renacimiento. Y en este sentido, mención especial merece la muestra del trabajo de uno de los grabadores más importantes de la historia de este arte: Alberto Durero.
Pero además de las exposiciones, dos actividades marcan la visita al Palacio Imperial: los conciertos de los Niños Cantores de Viena, que cada domingo hacen las delicias de vieneses y turistas en la capilla del Palacio, y el espectáculo ecuestre que ofrece una o varias veces por semana la Escuela Española de Equitación.
Tampoco ha de olvidarse la visita al Schloss Schönbrunn. De la antigua residencia real de verano (también conocido como el Palacio de Sissi, en memoria de la más famosa de las emperatrices del Imperio Austro-Húngaro), lo que más impresiona son los espectaculares jardines de estilo barroco, aunque sin obviar la belleza de la capilla, del teatro (éste de estilo rococó) y, por supuesto, de los salones de baile, que son, sin duda, uno de los emblemas de la cultura austriaca.
El tercer punto ineludible de la visita a Viena es el Palacio Belvedere. Construido por Johann Lukas von Hidebrandt como residencia de verano del General Eugenio de Saboya, se divide en dos edificios unidos por un magnífico jardín en el que se da cita una gran muestra de escultura. Y si nos adentramos en los muros del castillo, podremos disfrutar de una amplia colección pictórica dividida en tres museos: La Galería de Arte de los siglo XIX y XX, el Museo de Arte Medieval y el de Arte Barroco.
Y haciendo un alto en el camino del turista, que mejor que ir a un café. Centro de intelectuales, artistas y políticos durante siglos, aún siguen conservando la magia de antaño y se convierten en el centro de reunión y tertulia de los vieneses y de todos aquellos que allí acudan. En ellos, además de poder tomar cualquier tipo de café, acompañado, cómo no, de la más que conocida repostería austriaca, el cliente también podrá tomar sabrosos tentempiés salados.
Pero si hay algo que caracterice a los austriacos, y por tanto a los vieneses, es la música. Famoso es el tradicional Concierto de Año Nuevo, aunque las manifestaciones culturales de esta ciudad no terminan, ni muchísimo menos, con este evento. Lugares tan emblemáticos como la Konzerthaus o el Musikverein albergan los conciertos de música clásica, mientras que las obras de teatro más representativas suelen darse cita en salas tan importantes como el Theater an der Wien o el English Theater.
También la ópera se convierte, cuando cae la noche en la ciudad, en uno de los puntos emblemáticos de la vida cultural de la ciudad. El Staatsoper o Teatro de la Ópera, un edificio de estilo romántico, se encuentra enmarcado en la zona conocida como Ring, en la que el turista, además de poder disfrutar de nuevo de la esmerada arquitectura propia de la ciudad, también puede relajarse comprando en la zona comercial más importante de la ciudad: la Kärntnerstrasse.
Un viaje inolvidable te espera, sólo tienes que dejarte envolver por la majestuosidad de la “ciudad imperial”.
